(El texto es viejo, pero el humilde homenaje al genial Roberto Baggio sigue vigente. Quienes recuerden el Mundial del 94, quizás, entiendan de qué hablo).
En el Mundial del 94 descubrí a Roberto Baggio. Me llamó mucho la atención su manera simple de jugar, a puro toque, a pura gambeta. Era de esa clase de jugadores que te hacen creer que jugar al fútbol es fácil. Trataba a la pelota con suavidad, no era agresivo y hacía siempre lo correcto. Daba la sensación de que jugaba a otro deporte. Mientras todos corrían como atletas, él tenía otra medida del tiempo. Parecía que no corría, pero siempre estaba en el lugar indicado, en el momento justo, y era más rápido que cualquiera. Él no iba al ritmo del partido, el partido iba al ritmo que él imponía.
“Es como Bochini, pero más rápido y con más pelo”, decía mi abuelo. Para mí Bochini era como mi abuelo, no tenía nada que ver con Baggio.