martes, 26 de abril de 2011

Apuntar al ángulo

(El texto es viejo, pero el humilde homenaje al genial Roberto Baggio sigue vigente. Quienes recuerden el Mundial del 94, quizás, entiendan de qué hablo).

                                                              Ilustración Pablo Pavezka

En el Mundial del 94 descubrí a Roberto Baggio. Me llamó mucho la atención su manera simple de jugar, a puro toque, a pura gambeta. Era de esa clase de jugadores que te hacen creer que jugar al fútbol es fácil. Trataba a la pelota con suavidad, no era agresivo y hacía siempre lo correcto. Daba la sensación de que jugaba a otro deporte. Mientras todos corrían como atletas, él tenía otra medida del tiempo. Parecía que no corría, pero siempre estaba en el lugar indicado, en el momento justo, y era más rápido que cualquiera. Él no iba al ritmo del partido, el partido iba al ritmo que él imponía.

“Es como Bochini, pero más rápido y con más pelo”, decía mi abuelo. Para mí Bochini era como mi abuelo, no tenía nada que ver con Baggio.

viernes, 15 de abril de 2011

Volver a Boedo y el recuerdo de Göttling

Días atrás, miles de hinchas de San Lorenzo marcharon a la Legislatura porteña. Luchan por una reparación histórica. Buscan que los terrenos donde estaba el Viejo Gasómetro –arrebatados al club por la dictadura hace tres décadas– sean devueltos. Sueñan con volver del exilio y vivir en Boedo, el barrio de toda la vida.
Cuando se cumplieron 25 años del último partido en el Gasómetro, allá por el 2004, un texto del exquisito Jorge Göttling me erizó la piel. Guardé esa nota, junto a tantas otras. Hoy la busqué, la releí, la volví a disfrutar y ahora la comparto.  

                          El Wembley porteño (foto: facebook/Viejo Gasómetro)

domingo, 10 de abril de 2011

La mirada del amo


(Este texto lo escribí en febrero del 2010, días después de cubrir Argentina-Costa Rica, en San Juan, una simple excusa para tener enfrente a Maradona, el ídolo, el hombre, el mito.)


Y no estás pensando en él,
y no estás mirándolo,
vos te lo perdés
(La mirada del amo, Las Pelotas)

Una novia de la adolescencia, una vez me preguntó qué era lo primero que le miraba a una mujer. Yo le respondí la mirada. ¿Los ojos?, me indagó, incrédula. No, mi amor, la mirada. No te creo, sos un mentiroso, me largó. ¿Y vos, qué le mirás a un hombre? El cuello, respondió sin dudar. Ah, claro, vos sos re creíble.

Duré poco con esa novia –como con casi todas– y no recuerdo si ella me dejó o fui yo. Eso sí: ella siguió enamorada de mi cuello, lo sé. Yo, aunque nunca quise, un día me olvidé de su mirada.

En realidad, en este texto quiero escribir sobre Maradona pero necesitaba un comienzo que enganche a mi madre o a mi hermana (por dar dos ejemplos de gente que detesta o es indiferente al Diego). Por eso, opté por hablar de una ex novia. Un gancho seguro. Si hubiera empezado el texto con una frase como “Diego, el máximo ídolo argentino…”, chau, pierdo dos lectoras al toque, como mínimo. Ahora sí, madre, Fer (y cualquier lector anti Maradona), si llegaron hasta esta línea hagan el esfuerzo y sigan. Quizás, quién les dice, cuento algo más de alguna otra ex novia.

jueves, 7 de abril de 2011

Cuando todo era normal

(Micro, colectivo, transporte público de pasajeros o como quieran llamarlo. El primer relato -que estaba casi olvidado por ahí- de este recorrido tenía que hacer honor al querido bondi, que nos ha llevado a tantísimos lugares. ¡A leer y a viajar!)

La primera vez que viajé solo en un bondi tiene que haber sido a mis ocho años, o por ahí. Me subí a un 90 en calle Mitre, a la altura de lo que hoy es el Parque Central, y me bajé en 25 de Mayo y Colón. Iba a mi primera clase de computación. En esa época, el Parque Central era una promesa política, además de un baldío enorme en el que sólo había lugar para las canchas de tierra y pistas alucinantes de bicicross. En esa época, el 90 no era el 7 y la computación no era Windows ni internet, era el DOS (el oscuro y monótono deoese).

Me acuerdo de que me subí al 90 con un cagazo padre. Me senté en ese asiento aburrido, el primero de todos, en el que sólo ves la espalda del chofer. Lo único que quería era que el hombre que manejaba el 90 me dijera “nene, acá es 25 de Mayo y Colón”. Y también quería que levantara un toque el pie del acelerador, porque nos íbamos a hacer mierda. Con los años entendí que un porcentaje altísimo de choferes de micro son pilotos frustrados de Fórmula Uno. Con los años, también aprendí que una de las tantas debilidades que tengo es escuchar cualquier conversación ajena cuando viajo en micro.

Comienza el viaje

Estimados pasajeros, en este colectivo no se conoce el destino. Lo único que interesa es el viaje. Recorreremos las letras, el fútbol y otros placeres que nos alborotan. 

Leamos, viajemos y compartamos. De eso se trata.

Bienvenidos al Bondi Deportivo.