martes, 21 de junio de 2011

Los milagros de Palermo


El Beto estaba más callado que otras veces. Miraba el vaso, miraba el televisor y me escuchaba porque no le quedaba otra. No había prendido ni un cigarrillo. Le sonó el celular un par de veces y no contestó. Ya me empecé a preocupar.

– ¿Qué te pasa que estás así de choto? –le dije, abusando de la impunidad que te dan los años de amistad.
– No me pasa nada, pelotudo –me devolvió, gentil.
– Desde que llegamos que estás hecho un choto, viendo la televisión. No has tocado el vaso. Ni siquiera te diste vuelta para ver las minas que te dije.
– No me hinches las pelotas, Flaco.
– Ah, bueno, te vino.
– No te hagás el vivo.
– Hermano, tenés cara de velorio. Me preocupa. Si te pasa algo, contá. No seas gil.
– Me pasa eso –me dijo, y miró el televisor.

Al fondo del bar, en un plasma comprado seguramente en cincuenta cómodas cuotas, Martín Palermo lloraba mientras La Bombonera lloraba con él.

jueves, 16 de junio de 2011

Reveco, una historia que tiene que ser contada

                                                                                                                           Foto Mdz

No me gusta el boxeo. No comparto que el objetivo de un “deporte” sea acertar trompadas en el cuerpo tu adversario. De chico, admito, miraba muchas peleas con mi viejo. Recuerdo la época de Látigo Coggi, Locomotora Castro y hasta los comienzos de Pablo Chacón, cuando deslumbró en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Después, borré de mi vida al deporte de los puños. Me jode ver boxeo. No tolero que el público pida sangre mientras arriba del ring dos tipos son capaces de dejar la vida porque es lo que saben y pueden hacer. Es el circo romano de estos tiempos.

Sin embargo, hace unos años, el gran periodista, amigo y maestro Juan Martín Alonso, me hizo ver, a partir de sus grandes crónicas, que siempre hay historias detrás de cada boxeador. Entendí que cuando se apagan las luces de un estadio, cuando las promotoras dejan de mover el culo y dejan de pasear el cartel con el número del round, cuando los mánagers ya están en otro lado buscando un nuevo negocio, cuando hay silencio, sólo silencio, queda el boxeador y su vida. Y hay que conocer la vida de los boxeadores. Y contarlas.