domingo, 10 de abril de 2011

La mirada del amo


(Este texto lo escribí en febrero del 2010, días después de cubrir Argentina-Costa Rica, en San Juan, una simple excusa para tener enfrente a Maradona, el ídolo, el hombre, el mito.)


Y no estás pensando en él,
y no estás mirándolo,
vos te lo perdés
(La mirada del amo, Las Pelotas)

Una novia de la adolescencia, una vez me preguntó qué era lo primero que le miraba a una mujer. Yo le respondí la mirada. ¿Los ojos?, me indagó, incrédula. No, mi amor, la mirada. No te creo, sos un mentiroso, me largó. ¿Y vos, qué le mirás a un hombre? El cuello, respondió sin dudar. Ah, claro, vos sos re creíble.

Duré poco con esa novia –como con casi todas– y no recuerdo si ella me dejó o fui yo. Eso sí: ella siguió enamorada de mi cuello, lo sé. Yo, aunque nunca quise, un día me olvidé de su mirada.

En realidad, en este texto quiero escribir sobre Maradona pero necesitaba un comienzo que enganche a mi madre o a mi hermana (por dar dos ejemplos de gente que detesta o es indiferente al Diego). Por eso, opté por hablar de una ex novia. Un gancho seguro. Si hubiera empezado el texto con una frase como “Diego, el máximo ídolo argentino…”, chau, pierdo dos lectoras al toque, como mínimo. Ahora sí, madre, Fer (y cualquier lector anti Maradona), si llegaron hasta esta línea hagan el esfuerzo y sigan. Quizás, quién les dice, cuento algo más de alguna otra ex novia.


A mi noviecita no le mentí. Juro que siempre lo primero que le veo a una mujer –y a un hombre, un gato, un perro o un cíclope– es la mirada. Ahí está la clave de todo. En la mirada se encierran todos los misterios, secretos, miserias, glorias y experiencias que uno ha vivido. Es como la esencia de cada uno. Obvio que si uno ve la mirada de alguien no descubre una sucesión de hechos a la velocidad de la luz. Nada de eso. Uno ve un par de ojos, nada más, pero todo par de ojos transmite siempre algo. Es cuestión de entender qué transmite, de descubrirlo o de imaginárselo y ser feliz.

Vuelvo a Diego. La semana pasada lo vi por primera vez bien bien bien de cerca. O sea, enfrente mío, separado por una valla. Fue en San Juan, previo al partido que jugó Argentina con Costa Rica. Estábamos con un grupo de periodistas en la puerta del vestuario argentino cuando llegó al estadio la delegación albiceleste. El primero en aparecer fue Diego, con el pecho siempre infladísimo, el gesto adusto y una mirada letal. Le preguntamos si podíamos hablar un rato y se prestó de muy buena manera a un breve diálogo sin ninguna referencia sexual. Menos mal que no estaba Toti Pasman. Mientras algún periodista le hacía una pregunta que no escuché, me colgué mirándolo detalladamente.

Lo primero que me llamó la atención fue su altura. Es petiso y es difícil creer que ese tipo es Diego Armando Maradona. Uno sabe que Diego no llega al metro setenta, pero quizás mi imaginación había creado a un guerrero imponente, un héroe albiceleste. Bueno, no, para nada. Es un tipo petiso, como el chofer del bondi, el preceptor del colegio o el verdulero del barrio. Después vi los tatuajes en sus brazos, los aritos, una cruz en el medio del pecho y dos relojes, uno en cada muñeca. Lo de siempre.

Diego responde mirando fijamente a los ojos. Eso no es común. A la gente le gusta hablar mirando el contexto. Cada vez son menos los que hablan y miran a los ojos. Bueno, Diego, te clava los ojos y te tiemblan las rodillas.

Tiene la mirada más poderosa y penetrante que vi en mi vida. Todos la hemos visto miles de veces por la tele, pero ahí, enfrente de uno, es diferente. Me gustaría ver un poco lo que esa mirada ha visto en la vida. Me gustaría entender qué es estar en el cielo, abrazado a la gloria y que es estar en el infierno, abrazado a la oscuridad. Ver que estás creciendo –como bien dijo alguna vez– en un barrio privado… de gas, de agua, de luz. Y ver que un día podés tener todo lo que se te ocurra, porque estás en la cima del mundo. Esos ojos han visto demasiado, no debe ser fácil ser los ojos de Maradona.

El mendocino Rodolfo Braceli, una de las plumas más originales del periodismo argentino, siempre dice que ser Maradona es inhumano. Se pregunta, además, quién puede soportar ser la persona más famosa del planeta.

Y cuando veía que Diego contestaba preguntas ahí, detrás de la valla, trataba de pensar que enfrente tenía a un mito viviente. Que levante la mano un mito viviente en el mundo, a ver, a ver… Sí, usted, Mandela. No veo ninguna otra mano levantada… Fidel, baje la mano, el verdadero mito fue el Che, jódase, se hubiera muerto de joven… Bueno, ¿vieron?, qué poco mito vivo queda en el mundo.

El tiempo y la muerte convierten a ciertos personajes en mito, cuando ya son una estatua de bronce, una calle, una remera o una lápida con muchísimas flores. Así, cualquiera es mito. Pero hay que ser muy groso, re contra re mil groso, para bancarse ser un mito y levantarte todas las mañanas a ejercer, justamente, de mito.

Me da gracia cuando escucho decir lo mal que nos representa Maradona en el mundo por su soberbia, sus excesos, su mal ejemplo y esas boludeces. Señora, señor, Maradona nunca fue ejemplo de nada. Simplemente, es el ser humano que mejor jugó al deporte más masivo del planeta. Y es un tipo que creó momentos bellísimos en el fútbol, siempre en busca de esa estética que persigue todo genio, todo artista díscolo.

Fue menemista y se tatuó al Che. Hizo la campaña Un Sol para los Chicos y varias veces estuvo ahí de tapar el sol con merca. Tiene una cruz gigante en el pecho y bardeó a Juan Pablo II por los techos de oro del Vaticano. Odió a Grondona, amó a Bilardo, amó a Grondona, odió a Bilardo, se peleó con todos, se abuenó con todos. Murió, resucitó, le cortaron las piernas y volvió a volver. Contradictorio, transparente, soberbio, cínico, valiente, irreverente, temerario, ingenioso, mago, líder, desubicado, argentino.

Junto al peronismo de Perón y a la dictadura del 76, Maradona es el último gran relato de este país. Pésele a quien le pese.

¿Se han puesto a pensar lo que será este país el día que Maradona muera? Y no me vengan a hablar del entierro de Alfonsín o Sandro, por favor, con todo respeto por Alfonso y el Gitano. Ese día superará todo lo que hemos visto en esta bendita patria. Y hemos visto tanto…

Al final no volví a hablar de ninguna noviecita, perdón por desilusionarlos. La idea, simplemente, era que los anti Maradona leyeran este texto. Para que, aunque sea por unos segundos, traten de mirar el mundo a través de los ojos de Diego. Para que se pongan en su lugar y vean que no es humano ser Maradona. Y piensen: si ustedes tienen defectos, si yo me mando mil cagadas –y somos tipos anónimos–, piensen lo jodido que sería ser, sólo por unas horas, el Diego.

Algún día, ojalá un nieto me pregunte quién fue Maradona. Y le voy a contar que fui contemporáneo de Diego y que una tarde, en San Juan, lo vi a los ojos. Y encontré la mirada más fascinante que jamás haya visto: la mirada que lo vio todo.



4 comentarios:

  1. Loco no me canso de leer esta nota, la debo haber leído por vigesimo novena vez y todavia me da escalofríos. Envidio sanamente tu experiencia de haber estado frente a frente con el Diez. Abrazo. Daniel Montaña Baccarelli (yo la publique en facebook el año pasado cuando no sabía que era de tu autoria)

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  2. Daniel, muchas gracias una vez más. Disfruté terriblemente escribir esta nota y me alegra que la hayas leído tantas veces. Te mando un abrazo de gol del Diego, obvio.

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  3. "...Hizo la campaña Un Sol para los Chicos y varias veces estuvo ahí de tapar el sol con merca..." simplemente glorioso Lider, me encanto.

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  4. Gracias, Titán. Su elogio es un orgullo. Abrazo.

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