martes, 5 de julio de 2011

El descenso de River, o esas pasiones que no se negocian

                                                                                                                       Foto Mdz
 
Cuando veía el domingo las imágenes de cientos de hinchas de River que lloraban y no podían aceptar la realidad, fue inevitable no acordarme de una de las frases que mi vieja me tiraba por la cabeza cuando yo era niño. “¡Cómo puede ser que llorés por el fútbol!”, soltaba, mi madre, con dulzura y sabiduría.

Yo era un niño que no podía explicar todo lo que significaba el fútbol, para mí, a los diez años. Disfrutaba como un loco cuando mi equipo ganaba y lloraba como un condenado cuando perdía. Siempre lloré más. Pero mi vieja me hizo ver –entre tantísimas cosas– que el fútbol tiene que tener en la vida el lugar que le corresponde. Y ese lugar es ahí, debajo de las cosas realmente importantes, fundamentales y vitales. Me llevó años entenderlo, si es que alguna vez lo entendí.




Muchos medios hablaron de tragedia. Mucho imbéciles usaron el descenso para destrozar todo lo que tenían cerca, en el estadio Monumental y en las inmediaciones. Los que hablaron de tragedia demuestran su ignorancia. Se nota que jamás han vivido una tragedia, porque respetarían más esa palabra y no la usarían con tanta liviandad. Y sobre los violentos no vale la pena escribir nada, porque este texto es para los verdaderos hinchas del fútbol y de River.

En estos momentos se repite, todos los años, un lugar común, pero no por eso menos cierto: descender no es morir, porque de la muerte no se vuelve. Por más veces que lo repitamos es muy probable que a los hinchas de River no le sirva ni un poquito. Por eso, para tratar de que los tipos que andan con la cara larga vuelvan a sonreír, hay que buscar a tipos que entienden bien qué lugar debe tener el fútbol en la vida.

Y así nos encontramos con una columna repleta de nostalgias y verdades, que escribió Alejandro Wall, periodista del diario Tiempo Argentino. Wall recuerda el descenso de Racing, el sufrimiento de su viejo, su visión de niño y el retorno de la Academia a la primera división.

La columna, que se puede leer acá, termina con un párrafo brillante. “Se puede ser feliz allá abajo. No es extraño, entonces, que yo mismo haya tomado conciencia de mi amor por la Academia durante esa estadía. Ningún hincha de River encontrará consuelo por estas horas, pero es una obligación decir que un descenso no es tragedia. Porque nunca lo es lo remediable y porque aquí estamos, mi viejo y yo, para contarlo”.

El periodista Ariel Scher, otro hombre que cuando escribe pone luz en la oscuridad, reflexiona en este recomendado texto del sitio 11wsports sobre el descenso de River.

“(…) Los resultados son menos importantes que el amor, perder una categoría no es perder la pasión, no siempre es posible frenar lo que viene mal pero siempre hay que hacer el intento, el corazón es un indicador más importante que las tablas de posiciones, la grandeza radica en tener una identidad y no en que esa identidad esté en la cumbre o en el suelo, en las tribunas merecen caber la decepción y la bronca pero nunca la tragedia, el fútbol es una posibilidad hermosa aunque no desemboque invariablemente en algo hermoso, lo importante no es jugar el domingo o el miércoles sino la perspectiva de respirar juntos un aire de cancha”, escribe Scher, y uno se pone de pie y aplaude.

Lo sabemos: el desconsuelo de los hinchas de River seguirá por un tiempo. Pero tenemos la obligación de aclarar que acá no ocurrió ninguna tragedia, que estamos hablando de fútbol, y que por más tristezas que existan, dentro de unos meses, los mismos que hoy tratan de secarse las lágrimas, mañana estarán alentando a su querido River Plate. En el corazón de los futboleros hay pasiones que no se negocian. Aunque mi vieja nunca lo entendió.

2 comentarios:

  1. Qué bien lo dijiste. Me gusta tu blog. Vengo de La Blogoteca y allí te dejo mi voto.

    Suerte con todo.

    Saludos desde el Mediterráneo.

    ResponderEliminar