miércoles, 11 de mayo de 2011

Pase gol

La historia entre Caro, Nico y yo empezó en el 97, justo en la primera fecha del torneo. Un sábado de otoño, por la tarde, conocí a Caro. Supe de inmediato que nos traería muchos problemas y supe, además, que me había enamorado en menos de un minuto. Eso era la adolescencia: enamorarse en tiempo récord.



Caro y Nico eran compañeros en el colegio del barrio. Iban a segundo año. Yo soy un año menor que ellos y recién empezaba en un colegio que queda en el centro. Esa tarde Caro fue al club y Nico nos presentó. Y yo era, hasta ese entonces, su mejor amigo.

Con Nico estábamos casi todos los días juntos. Apenas llegábamos del colegio, almorzábamos y nos juntábamos. A veces no hacíamos nada interesante en toda la tarde, pero no importaba. A esa edad, lo importante era estar con alguien que sirva de compañero para descubrir la vida. En eso andábamos con Nico, muy tranquilos, cuando apareció Caro.

Nos gustaba pero ninguno decía nada. Hasta que una tarde, haciéndonos los boludos, no me acuerdo quién tiró la idea de ir a visitarla. Caro vivía en la Quinta sección, cerca del Parque. Íbamos los dos en mi bici (la querida Cielito Bike, 18 cambios, un lujo), porque vivíamos como a 30 cuadras. La primera tarde que fuimos la pasamos muy bien los tres, disfrutando una chocolatada exquisita, mientras veíamos Los Simpsons. “Gracias por venir, chicos, los espero cuando quieran”, nos dijo. Y fuimos otra tarde y otra y otra. Cuando nos dimos cuenta, los dos estábamos totalmente enganchados con la misma mujer. Y éramos muy amigos.

Yo le dije a Nico que Caro estaba puesta con él. Nico me contestó que se le notaba en la cara que quería estar conmigo. La verdad, la terrible verdad, era que Caro estaba enganchada con los dos. Nos lo contó una amiga de ella. No se decidía por ninguno de los dos, estaba confundida. Por eso, el que se animara a encararla primero, seguramente iba a ganar.

Con Nico llegamos a un acuerdo de caballeros. No nos íbamos a cagar, lo íbamos a definir en un partido de metegol, como se solucionaban los verdaderos duelos de aquella época en mi barrio. Los dos éramos buenos jugadores de metegol. El trato era así: el ganador de un partido a siete pelotas encaraba primero a Caro. Gané 4 a 3, un duelo increíble. Sólo me acuerdo que duró muchísimo, que el dueño del quiosco –y del metegol– nos decía que no podíamos jugar tanto tiempo con una sola ficha, que el negocio así no iba. Se notaba que no tenía idea lo que nos estábamos jugando en ese partido.

Esa misma tarde, del metegol me fui en la Cielito derecho a lo de Caro. Cuando volví a mi casa, por la noche, estaba de novio. Bendito metegol.

Con Nico, además de ser grandes amigos y estar todo el día juntos, éramos el alma del equipo. Por lo menos eso nos decía el viejo de la cantina. Yo, la verdad, nunca lo comprendí pero me gustó cómo sonaba: el alma del equipo. Dentro de la cancha nos entendíamos muy bien. Él es un zurdo lírico, de buen gusto, con gambeta fina, inteligente. Yo soy más explosivo, pique corto, desborde, gol. Hacíamos una buena dupla.

Aunque la relación con Nico parecía ser la misma –a pesar de Caro–, en la décima fecha me di cuenta de que algo andaba mal. En la última jugada, Nico le pegó al arco con la marca encima, casi sin ángulo, y no quiso pasármela. Yo estaba solo frente al arquero. Él no era morfón. Y eso me preocupó. Me dijo que no me vio y no le creí. El equipo empezó a andar mal, porque Nico hacía la suya y yo me enojaba. Hay que aceptar que él es más talentoso. Yo, solo, no podía ponerme el equipo al hombro ni en los sueños.

A esa edad, las hormonas te bailan una batucada en el cuerpo. Yo subía a un micro y bajaba enamorado. Y fue así que conocí –no en un micro, pero sí en un cumpleaños– a Gaby, una rubia encantadora que me cautivó. De arrebatado, sin pensarlo, corté con Caro y me la jugué por Gaby. Eso también era la adolescencia: un despelote de sentimientos, un arrebato constante.

A Nico no le conté nada hasta que un día, antes de entrenar, me preguntó, como quién no quiere la cosa, por qué me había peleado con Caro. Ella se lo había contado en un recreo. Me di cuenta de que tenía una fantástica chance para reivindicarme con Nico. No sé por qué sentía culpa, pero lo vi frente al arquero y le di un pase gol.

–De eso te quería hablar, Nico. Yo siento que Caro está con vos, nunca me lo dijo pero siempre lo sentí. Yo que vos, me la juego. Además, me di cuenta de que no me gusta tanto, en serio. No es mi tipo de mujer –tiré con total convicción, como si tuviese treinta años de experiencia con las mujeres.
–Estás en pedo. Caro está re mal porque la dejaste.
–Con más razón, la pelota está picando frente al arco, es cuestión de empujarla.

Mi metáfora futbolera no fue muy clara. Nico se hizo el boludo pero sentí que se quedó pensando. Yo también me quedé pensando en lo que le había dicho. Me quise convencer de que había hecho un acto de bondad dejándole a mi amigo la mujer que realmente quería. Lo único cierto era que eso lo había inventado para sentirme bien conmigo y para estar con Gaby, libre de culpa.

Con Gaby estuve unos meses de novio hasta que me dejó. Nunca entendí bien por qué me dejó. En realidad, la vida hace justicia y merecía que me patearan sin explicaciones claras después de lo mal que me había portado con Caro. Fue justicia divina.

Con Nico nos seguíamos juntando todas las tardes, pero íntimamente sabíamos que algo había cambiado. Él no se había animado a encarar a Caro y yo no me había animado a mirarla de nuevo a los ojos. A todo eso, en el torneo habíamos llegado a la final, a pesar de lo mal que veníamos jugando. Era una situación extraña, confusa.

La final fue un sábado de primavera, a la tarde. El viernes a la noche había una fiesta en el colegio del barrio. La organizaban los de quinto año, así juntaban plata para el viaje de egresados. No ir a esas fiestas era lo peor que nos podía pasar. Pero Nico no quería ir, porque prefería descansar para la final. Estaba muy raro. Tengo que admitir que lo llevé a la fuerza. Le gané por pesado, por insistidor y nos fuimos al baile.

La primera mujer que nos cruzamos fue Caro. A Nico lo saludó con un beso en la mejilla y a mí con un hola al aire, mala onda, como si yo fuera un perfecto desconocido. O, mejor dicho, como si fuera un desperfecto conocido. Fue ahí cuando le dije a Nico que era evidente que ella estaba puesta con él, que se dejara de romper las pelotas, que yo ya no existía para Caro.

– ¿Te parece? –me preguntó con una cara de pelotudo total.
– ¡Sí, boludo! Te estoy dando un pase gol, definí y dejate de joder –le respondí, haciéndome el canchero, apelando a las metáforas futboleras que tanto me gustan.
– ¿Qué vas a esperar, que el gol lo haga otro? –agregué, determinante.

Nico se fue a bailar con Caro y yo me quedé solo, pero con una grata sensación de haber hecho lo correcto. No me pregunten por qué. Es más, cuando vi que los dos se besaban, sentí que éramos campeones.

Al otro día, Nico armó dos jugadas geniales y me dejó servido dos goles. Esa tarde entendí que darle un pase gol a un amigo es uno de los actos más nobles que tiene la amistad. Nunca lo hablamos, pero desde ese partido, desde esa vuelta olímpica, todo volvió a ser como antes de que apareciera Caro.

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Justamente de ese partido y de esa época nos acordábamos hoy con Nico. Como era el cumple de Pablito, aproveché para pasar, saludar a los tres y darle el regalo al pibe. Soy su padrino y tengo que cumplir, no me queda otra. Le compré un metegol chiquito. A Caro le encantó. Ya pasó mucho tiempo, ahora me saluda bien. Lógicamente, nunca se enteró que la apostamos en un partido a siete pelotas. Ni se va a enterar.

Pablito estaba loco de la alegría, me dijo que iba a invitar a unos vecinitos así jugaban toda la tarde.

– Sos un hijo de puta –me susurró Nico al oído, haciéndose el serio.

Me reí. Sólo él y yo sabemos que en ese metegol, Pablito aprenderá de qué se trata la amistad. Y entenderá, alguna tarde, el valor de un pase gol en la vida.



7 comentarios:

  1. Sensacional...... qué más se puede decir??? Sos un grande pibe, te quiero!!!

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  2. Gracias Tucumano querido. Te mando un gran abrazo y espero que sigas ganando esas batallas de las que hablás por facebook.

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  3. Excelente loco, te felicito, me causó una sensación muy agradable, una mezcla de melancolía y nostalgia. Te re felicito. Gabriel García

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  4. Gabriel, muchas gracias por tus palabras. Me alegro que te haya causado esas sensaciones. Abrazo.

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  5. Me encantó, leyendo sentí como si te estuviera escuchando mientras relatás la historia.. Genial..! ;)
    Pau.B ☮

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  6. ¡Gracias, Pau! ¡Me alegro! Besote.

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  7. Grande Poniiii. Una delicia! La chica de la quinta cerca del parque! que capo!

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